Los teléfonos móviles son parte integral de la vida moderna. Un abrumador 98% de las personas entre 16 y 54 años poseen un teléfono inteligente, y el 59% de los trabajadores prefieren sus teléfonos a las computadoras portátiles o de escritorio para administrar sus negocios.
Esta dependencia es particularmente evidente en los servicios financieros. Las investigaciones muestran que más de las tres cuartas partes (78%) de los usuarios de dispositivos móviles acceden a servicios bancarios a través de sus teléfonos, y el 51% utiliza billeteras digitales. Las empresas de tecnología financiera, ya sea que se dirijan a individuos o empresas, también dependen en gran medida de las aplicaciones móviles para ofrecer sus ofertas. Desde consultar saldos hasta realizar transacciones o solicitar servicios, los teléfonos móviles están transformando la forma en que administramos el dinero, otorgando a las personas un management y una accesibilidad sin precedentes.
La creciente amenaza del robo de móviles
Sin embargo, el auge de la banca centrada en dispositivos móviles tiene un lado oscuro. Si bien el robo de teléfonos no es nada nuevo, el aumento de casos es alarmante. Solo en el Reino Unido, en el año transcurrido hasta marzo de 2024 se denunciaron 78.000 robos de móviles, un asombroso aumento del 152 % con respecto al año anterior.
Hace quince años, perder un teléfono period un inconveniente pero manejable. Se comunicaría con su proveedor, conseguiría un reemplazo y continuaría. Hoy en día, perder un teléfono es como perder la llave maestra de tu vida. Los teléfonos inteligentes modernos son tesoros ocultos de información private: desde correos electrónicos y mensajes hasta datos de ubicación y acceso a aplicaciones bancarias o relacionadas con el trabajo.
Para los usuarios empresariales, los riesgos se amplifican. Un teléfono de trabajo robado podría otorgarle a un ladrón acceso a datos confidenciales de la empresa, registros financieros o incluso cuentas corporativas de redes sociales. Los atacantes sofisticados podrían aprovechar esta información para realizar estafas ultrafalsas u otras actividades maliciosas.
En resumen, un teléfono desbloqueado en manos de un delincuente es una puerta de entrada al robo de identidad, pérdidas financieras y graves violaciones de la privacidad.
Los teléfonos como eslabón débil de la seguridad
Si bien muchas aplicaciones utilizan datos biométricos y autenticación de dos factores (2FA) por motivos de seguridad, estas medidas a menudo dependen del dispositivo al que se dirigen. Por ejemplo, si un ladrón observa que alguien ingresa el PIN de su teléfono, podría eludir muchas defensas de seguridad estándar.
Lo preocupante es que sólo el 36% de los encuestados en una encuesta reciente informaron que usaban PIN únicos para sus aplicaciones en lugar de para su teléfono. Además, muchas aplicaciones permanecen abiertas una vez que se accede a ellas, lo que permite a los delincuentes alterar las credenciales de inicio de sesión y los detalles de identificación.
El gobierno ha tomado nota de esta creciente amenaza y se ha comprometido a combatir el robo de dispositivos móviles mediante la promoción de un “interruptor de apagado” que puede desactivar permanentemente los dispositivos robados. Esto haría que los teléfonos robados fueran inútiles para la reventa y restringiría el acceso no autorizado a aplicaciones y datos. Sin embargo, para que esta iniciativa tenga éxito, la colaboración entre fabricantes de teléfonos, desarrolladores de aplicaciones, bancos y fintechs es esencial.
El papel de los bancos: innovación y educación
Los bancos y las fintechs tienen la doble responsabilidad de abordar la seguridad móvil: a través de la innovación técnica y la educación de los clientes.
En el aspecto técnico, los bancos deberían adoptar herramientas avanzadas como la detección de fraude basada en inteligencia synthetic, que puede monitorear la actividad de la cuenta y detectar anomalías en tiempo actual. Por ejemplo, patrones de deslizamiento irregulares o velocidades de escritura podrían activar alertas de seguridad antes de que se produzca algún daño financiero.
La educación es igualmente important. Los bancos deben interactuar continuamente con los clientes sobre los aspectos básicos de la seguridad móvil y las amenazas emergentes, como el “shoulder browsing”, el intercambio de tarjetas SIM y las aplicaciones bancarias falsas. Esto incluye crear conciencia sobre comportamientos como:
Usar PIN distintos para diferentes servicios. Actualizar los teléfonos periódicamente para corregir vulnerabilidades. Evitar el Wi-Fi público para actividades financieras. Cerrar sesión en aplicaciones o habilitar cierres automáticos.
Fomentar un comportamiento proactivo es clave, ya que muchas personas sólo cambian sus hábitos después de una violación de seguridad. Al educar a los usuarios sobre los riesgos potenciales, los bancos pueden capacitarlos para tomar mejores precauciones.
Una responsabilidad compartida para una mejor seguridad
La responsabilidad de la seguridad de la banca móvil no recae únicamente en los usuarios. Requiere un esfuerzo de colaboración entre los sectores bancario, tecnológico y gubernamental. Desde una mejor comunicación sobre los riesgos hasta medidas de seguridad innovadoras, todas las partes deben trabajar juntas para abordar este problema creciente.
Para los individuos, la vigilancia es essential. Los usuarios de dispositivos móviles deben evaluar sus hábitos diarios y comprender cómo operan los delincuentes. Así como se nos advierte sobre los riesgos al utilizar cajeros automáticos o transferir dinero, los bancos deben ofrecer pautas similares para la seguridad móvil.
Sin una acción colectiva, las consecuencias del robo de dispositivos móviles seguirán aumentando, afectando a los consumidores, las empresas y el ecosistema financiero en normal. Sólo a través de la colaboración, la educación y la innovación se podrá abordar eficazmente esta amenaza.