En golf, un hoyo en uno es una hazaña extraordinaria. ¿Las probabilidades? Aproximadamente uno entre 850.000 desde una distancia de 150 metros, prácticamente una anomalía estadística. Sin embargo, la gira LPGA de 2023 registró 20 sucesos de este tipo. ¿Cómo puede ser esto? Easy: una probabilidad baja no se traduce necesariamente en una frecuencia baja. Aférrate a ese pensamiento por un momento.
Ahora, cambiemos de tema. Imaginemos dos juegos de lanzamiento de monedas. En el primero, la moneda es justa y ofrece las mismas posibilidades de ganar o perder. En el segundo, la moneda tiene fallas: hay un 60% de posibilidades de perder y sólo un 40% de posibilidades de ganar. Ambos juegos, sin embargo, ofrecen una rentabilidad esperada del 25%.
A primera vista, la mayoría diría que la moneda defectuosa presenta un riesgo mayor. Pero considere esto cuidadosamente. Ambos juegos son igualmente riesgosos si no conocemos el resultado de antemano, especialmente cuando se juega sólo una vez. El próximo lanzamiento podría fácilmente desafiar la probabilidad. Por lo tanto, el riesgo no se trata simplemente de las probabilidades de ganar. Se trata de la gravedad de la pérdida cuando las cosas van mal.
Agreguemos una nueva capa. Supongamos que la moneda justa ofrece un rendimiento del 150% si se gana, pero una pérdida del 100% si se fracasa. Mientras tanto, la moneda defectuosa ofrece un retorno del 135% en caso de éxito, pero sólo una pérdida del 50% en caso de fracaso. Ambos escenarios dan como resultado un rendimiento esperado de alrededor del 25%, pero la moneda defectuosa te permite vivir para jugar nuevamente, un issue essential en la inversión.
En la inversión, el riesgo no se outline por la probabilidad o el rendimiento esperado. El verdadero riesgo es la probabilidad de sufrir una pérdida permanente de capital cuando las probabilidades se vuelven en su contra. Por lo tanto, el riesgo siempre debe considerarse en términos absolutos, no en relación con el rendimiento.
En pocas palabras, como inversor minoritario en acciones, no existe un nivel de rendimiento que valga el riesgo de una pérdida permanente de capital. Dado que el futuro es impredecible, es primordial evitar recompensas extremas. La inversión racional no implica apostar por resultados binarios, por muy tentadora que sea la ventaja potencial. Si bien esto suena easy, en la práctica tiene muchos más matices.
Teoría a la práctica
Consideremos una empresa química que acaba de completar un importante ciclo de gasto de capital, financiado principalmente mediante una deuda significativa. La dirección es optimista en cuanto a que la nueva capacidad triplicará los flujos de efectivo, lo que permitirá a la empresa pagar rápidamente su deuda y convertirse en efectivo neto positivo en dos años. Además, la acción cotiza con un gran descuento en relación con sus pares y su promedio histórico.
Tentador, ¿verdad? Pero el inversor prudente no se centra en el posible beneficio sino en el riesgo de quiebra inherente a una industria cíclica y mercantilizada, especialmente una weak al dumping chino.
Consideremos ahora otro ejemplo. Una empresa de consumo de marca con un negocio heredado históricamente sólido y generador de efectivo. Recientemente, la empresa se ha endeudado para expandirse a nuevos productos relacionados. Si el nuevo producto fracasa, la cartera principal de la empresa seguirá generando suficiente flujo de caja para pagar la deuda. Sería un revés doloroso, pero mucho menos catastrófico. Para un inversor a largo plazo, esta inversión aún podría generar un resultado rentable.
En ambos casos, la diferencia no está en la probabilidad de éxito sino en la gravedad del fracaso. La atención debe centrarse siempre en la gestión del riesgo. Los rendimientos se producirán de forma pure gracias al poder de la capitalización.
Evidencia empírica: apalancamiento y rentabilidad a largo plazo
Para volver a enfatizar este principio, pasemos a una ilustración más práctica. Analicé el desempeño de las acciones estadounidenses durante los últimos 10 años mediante la creación de dos índices ponderados por capitalización de mercado. ¿El único issue distintivo? El primer índice incluye empresas con deuda neta sobre capital inferior al 30%. El segundo índice comprende empresas con deuda neta sobre capital superior al 70%. Índice 1.
Los resultados hablan por sí solos. El índice de bajo apalancamiento superó al índice de alto apalancamiento en un 103% durante la década y superó al S&P 500 en normal en un 23%.
La repetición de un ejercicio comparable para los mercados emergentes (ME) pone de relieve tendencias similares, aunque en un rango más estrecho. El índice de bajo apalancamiento superó al índice de alto apalancamiento en un 12% durante la década y superó al MSCI EM más amplio en un 6%.
Estos resultados subrayan una verdad easy: las empresas con menor apalancamiento (menos riesgo de quiebra) están mejor equipadas para capear las disaster y aumentar los rendimientos en el largo plazo.
Conclusión clave
Invertir no se trata de perseguir victorias improbables o apostar a resultados binarios con ventajas atractivas. Se trata de salvaguardar su capital de pérdidas permanentes y permitirle crecer de manera constante con el tiempo. Al centrarnos en empresas con balances sólidos y bajo apalancamiento, minimizamos la gravedad de posibles fallos. Este enfoque prudente nos permite capear las caídas del mercado y capitalizar el poder pure de los rendimientos compuestos. Recuerde, gestionar el riesgo no es sólo una estrategia defensiva. Es la piedra angular del éxito de la inversión sostenible a largo plazo.